¿Te enteraste? Julio quedó en Pampa y la vía y a Pedro se le heló el sebo; Carlos, más vivo, hizo las del tordo. Pero a mí no me alimentaron con leche de higo... No les voy a dar ni la hora. Quietito, sin armar bochinche, me la aguanto piola. Al fin y al cabo, ¡yo, argentino! Al hablar manejamos un número muy grande de construcciones hechas, preexistentes, como bloques de cemento. Las combinamos para edificar nuestro discurso. A estas formas congeladas las tomamos de ese reservorio, de ese "fraseario" existente en toda lengua, y las revitalizamos en cada uso concreto. Hay frases que corresponden a la lengua general (a la de Dios es grande, a la disparada) y otras que responden a la de ámbitos más estrechos: la jerga tur fística (a doble fusta), la futbolística (de rastrón), la de la droga (estar mambeado), el lunfardo (hacer de campana), y así parecidamente. Algunas frases tienen origen histórico, como el mate de las Morales, o circunstancial definido (en Pampa y la vía); o cuyas alusiones pueden perderse en el tiempo (no quiere más Lola). No es nuestro interés marcar fronteras lingüísticas ni subrayar originalidades nacionales ni alzar banderolas regionales. Muy por el contrario. Conocer los frutos de la creación lingüística entre nosotros ¿en el presente caso, de la fraseología¿ nos llena de orgullo porque nos muestra como contribuyentes activos a la renovación y el enriquecimiento de la lengua común. Sabemos así que no somos pasivos recipiendarios de una lengua flexible, sólida, rica, matizada y dinámicamente expansiva: somos actores partícipes de la animación y revigorización de esa materia viva. Tomar conciencia de lo diferencial de uno respecto de otros es el primer paso para definir la propia identidad y creatividad. En tiempos de celebración de los dos Bicentenarios, 1810 y 1816, esta conciencia lingüística es fundamental. Este manojo de frases de uso argentino es parte de nuestra biografía cultural.