Tras décadas de hagiografías y de condenas encendidas, resulta muy complicado saber hoy quién fue Sigmund Freud. Sin embargo, en los últimos tiempos se han abierto nuevos archivos a los investigadores, y lo fundamental de su correspondencia ya es accesible. Por tanto, es un momento inmejorable para volver a un hombre y una obra sobre los que queda mucho que decir. El fundador del psicoanálisis era, para empezar, un vienés de la Belle Époque, súbdito del Imperio austrohúngaro, heredero de la Ilustración alemana y judía. En cuanto al psicoanálisis, es fruto de un esfuerzo colectivo, de un cenáculo en el cual Freud dio vía libre a su fascinación por lo irracional y las ciencias ocultas, convirtiendo a veces a sus amigos en enemigos, ejerciendo de Fausto pero también de Mefistófeles. Pensador moderno pero conservador en política, nunca dejó de actuar de modo contradictorio con su obra, siempre en nombre de la razón y de las Luces. Aquí está Freud en su tiempo, en su familia, rodeado de sus colecciones, con sus mujeres, sus hijos, sus perros; enfrentado al pesimismo ante el auge de los extremismos, lleno de dudas a la hora de emprender su exilio en Londres, donde morirá. Pero también lo veremos en nuestro tiempo, alimentando nuestras preguntas con sus propias dudas, sus fracasos y sus pasiones.