En la década de los 70, Agustín, Diego y Marcos llevaban la vida de cualquier chico en un pueblo pequeño y perdido de la Argentina. Entrando en la adolescencia, esa amistad era todo lo que tenían: refugio, contención, apoyo, compañerismo. Pero la llegada de un nuevo cura los transformó para siempre: de manera abierta, empezó a abusar de ellos sistemáticamente. El silencio, por acción o por omisión, fue ensombreciendo a los tres amigos, que nunca más fueron los mismos. Aunque, a veces, es posible reconstruirse desde los escombros. Con esta novela, Graciela Ramos se aleja de las historias románticas y se sumerge en una trama donde la época juega un rol fundamental. Porque no solo los protagonistas fueron arrastrados hacia la oscuridad más profunda, sino que también un país atravesaba una de las épocas más negras de su historia. Y así, de alguna manera, todos somos hijos de la sombra.