Hace casi cincuenta años, Richard Nixon anunció la llamada guerra contra la drogas y creó la DEA, para llevarla adelante. Desde ese momento, la Argentina se convirtió para la agencia estadounidense en un instrumento, una base de operaciones o un país de tránsito. Lejos de respetar la letra de los convenios bilaterales, la DEA se asoció con la dictadura, protegió a informantes que instigaron delitos, puso cajas negras en dólares a merced de las fuerzas nacionales y provinciales de seguridad, y deslizó beneficios a jueces y fiscales que se encolumnaron detrás de su estrategia internacional, sin importar si, de esa manera, burlaban las leyes argentinas. Julián Maradeo revela en esta investigación contundente de qué manera una poderosa agencia con tentáculos en todo el mundo construyó gradualmente una red de lealtades que le permite, como coinciden los más de cien entrevistados, hacer en la Argentina lo que se le antoja. No es una historia de procedimientos policiales. Es la historia de un desembarco, la penetración en las diferentes capas del poder local y, finalmente, el control en las sombras. Y es, por cierto, atrapante.