Los selknam, a quienes muchos llamaron onas, habitaron entre los hermosos bosques sombríos y las ásperas mesetas de Karukinká, como llamaron a la Isla Grande de Tierra del Fuego. Envueltos en sus mantos de pieles, desafiaron la nieve y el viento, y tuvieron un modo de vida al mismo tiempo solidario e independiente.