A pie o a caballo, en las ventosas mesetas de la Patagonia, los tehuelches recorrieron caminos prácticamente invisibles, que los llevaban sin error a los lugares de caza o a los escurridizos manantiales de esa tierra escasa de agua. Se dijo de ellos que eran gigantes y fue exagerado, pero no lo fue la fama de su hospitalidad con el viajero.