En este libro admirable de crítica literaria, René Girard aporta una noción fecunda, la de deseo mimético. Es decir: el hombre es incapaz de desear por sí solo, necesita que el objeto de su deseo le sea designado por un tercero. Este tercero puede ser externo a la acción novelesca, como los manuales de caballería para don Quijote o las novelas de amor para Emma Bovary. Con mayor frecuencia es interior a la acción novelesca: el ser que sugiere sus deseos a los héroes de Stendhal, de Proust o de Dostoievski es a su vez un personaje del libro. Entre el héroe y su mediador se tejen entonces unas sutiles relaciones de admiración, de competencia y de odio: Girard establece un paralelismo luminoso entre la vanidad en Stendhal, el esnobismo en Proust y la idolatría vengativa en Dostoievski. Pero el autor no se limita a renovar la comprensión de las mayores obras maestras de la novelística, nos hace avanzar en el conocimiento del corazón humano.