Como en sus libros anteriores, Carver retoma sus temas de siempre: las tribulaciones de la América pobre, los problemas familiares y matrimoniales, la soledad de seres anónimos que consumen existencias grises y anodinas sobrellevando como mejor pueden una vida de perdedores. En "Tres rosas amarillas" lleva su estilo y su fuerza narrativa hasta las últimas consecuencias: una prosa límpida y transparente que bucea en el misterio de la vida; procedimientos descriptivos ajenos a todo sentimentalismo y que plasman profundas emociones humanas; un lenguaje preciso y escueto cuya llaneza da lugar a atmósferas plenas de sentidos y contextos.