Iniciada en el arte sutil de la observación, la pregunta y la escucha en el conventillo del barrio de Once que regenteaba su abuela, María Moreno se jacta de haber realizado allí su más excelsa labor: siendo todavía una niña, acorraló a un vecino al que le faltaban las dos piernas -"Un entrevistado difícil, apático, tal vez bromista"-, que rehuyó cada embate respondiendo "No sé". En aquel antecedente, la autora detecta una forma despojada, lejos del neobarroco que la identificaría años más tarde como leyenda en las redacciones. Parte fundamental de su excepcional obra de cronista, estos diálogos -montados sobre estrategias que van del acoso a la seducción, de la timidez al retraimiento guarango- son una obra literaria mayor con personajes reales más o menos célebres que le permiten aventurar teorías y desplegar su particularísimo universo. En esta edición ampliada de Vida de vivos brilla su sagacidad para captar un gesto o una palabra y su estilo expresa un interés genuino por el misterio que anima a las demás personas.