Un antiquísima creencia acepta que los muertos necesitan beber sangre para conservar cierta vida terrenal. Para los esclavos, los vampiros son las almas de los muertos. Esta tradición permaneció por siglos, en especial, a partir del XVII, en el ámbito del Danubio. El admirable tratamiento literario que, en 1897 hace Stoker del mito, abrió paso a numerosas variantes, especialmente las versiones fílmicas: Nosferatu, de F. W. Murnau (1921); Drácula, de Tod Browning (1931), interpretada por Bela Lugosi; Nosferatu, el vampiro, del director alemán Werner Herzog (1979), protagonizada por Klaus Kinski, Isabelle Adjani y Bruno Ganz; el asombroso Drácula, de Francis F. Coppola (1992), con la actuación de Gary Oldman, Winona Ryder, Keanu Reeves y Anthony Hopkins, y La sombra del vampiro (2000), una recreación de E. Merhige, con John Malkovich y William Dafoe. Otras variantes artísticas que mantienen vivo el personaje son las historietas, el teatro y los musicales.