Un observador imparcial que circule por las calles de cualquier parte del mundo, por sus rutas, no tardará en deducir que para una masa crítica de personas los demás son simples obstáculos de los que hay que desembarazarse de cualquier manera. Esto significa transgredir normas, reglamentaciones y leyes. La violencia cotidiana excede los ámbitos del crimen organizado y profesional, y es hoy en día un modo naturalizado de relación.