El misterio ha sido desde siempre el núcleo de la poesía de Calveyra, pero a partir de "Maizal del gregoriano" se inició un peregrinaje, con la estación de "Diario de Eleusis", que alcanza en El cuaderno griego un provisorio final, el vértice que le faltaba a una involuntaria trilogía. Calveyra hace posible ese desplazamiento imposible del espacio al tiempo. Hay una poética del rodeo, de la alusión y del sobreentendido. "Nunca nos perderemos del todo de la mano del horizonte." Después de todo, el horizonte es, como el verso, una línea. Calveyra escribe aquí también una rara especie de autobiografía, una autobiografía mítica. Anotaciones, sueños, sintaxis del pasado. El poeta adivina aquello que hay detrás de la noble sencillez y la serena grandeza. El misterio que Calveyra rodea no pertenece sólo a la experiencia: hay un verdadero misterio en las palabras y en sus combinatorias. El poeta pretende -y logra- que el lenguaje diga cosas que nunca estuvo preparado para decir.