La poética de Calveyra desafía los géneros.Drama, narración, siempre poesía, su escritura se ensimisma en el ritmo e inventa una lengua utópica que procrea la relación adánica que mantiene con las cosas: todo lo que nombra parece nombrado por primera vez. Lo que asombra siempre del castellano de Calveyra es que suena "cierto", no literario; el más leve examen muestra que, con su viva raíz campesina, no es, empero, una lengua mimética del habla del campo ni de ninguna otra."Mete miedo -dice de él Cristina Campo, que lo conoció recién llegado a Francia-; transforma en alegría todo lo que toca."