Nada hay más apremiante que la calma de una ciudad. Como si los conflictos se hubieran evaporado. Allà donde vive Orestes, viudo y jubilado, que araña y necesita paz para su vida, la injusticia está exiliada. Mora detrás del muro que divide el lugar, al este de su hogar, y del hogar de todos aquellos que tienen la suerte de existir al margen de la inclemencia. Pero como todas las ilusiones, existe para estallar. Y lo hace por un hecho menor: un robo de dos jóvenes a Orestes. Dos jóvenes que se atrevieron a cruzar la frontera y a invadir la comarca protegida. De golpe se vuelve evidente: la frontera ya no intimida, se derrumba un muro. Con ese derrumbe, lento y continuo, los personajes de la novela de Maristella Svampa descubren un mundo hasta entonces tapiado. Espacial y emocionalmente. Un profesor heterodoxo le muestra el camino a dos jóvenes que necesitaban una ventana al mundo: uno de los jóvenes es el nieto de Orestes, la otra es la hija del profesor. Son parte de una ola: cede la exclusión e ingresan otras formas de vida. La frontera garantizaba quietud y orden, al precio del tedio y el conformismo; ignorar el muro es naturalmente expandir el horizonte de la libertad, y ello implica lo inesperado. Un vértigo liberador, alegrÃa, y obviamente el peligro que involucra entrar en contacto con algo hasta entonces desconocido. Como Donde están enterrados nuestros muertos, su novela anterior, Maristella Svampa ubica la acción en la Patagonia en un momento en que un cisma polÃtico permite que los protagonistas de la historia sienten el futuro en sus manos. No están frente al paraÃso, sino que descubren la posibilidad de escribir su propia historia, abjurando de las formas heredadas, recuperando experiencias que les habÃan negado. Parábola sobre el presente, El muro es una novela magnÃfica y conmovedora, capaz de construir un gran fresco de crisis.