La evaluación que se realiza en las escuelas no tiene lugar en la estratosfera o en una campana de cristal. Se realiza en un contexto que hoy está inmerso en la filosofía neoliberal, filosofía que contradice casi todos los presupuestos de la educación: individualismo, competitividad, obsesión por la eficacia, relativismo moral, hipertrofia de la imagen. Por eso la evaluación debería ser un proceso contrahegemónico. Es más fácil dejarse arrastrar, pero la corriente solo se lleva a los peces muertos.