«En La vida privada de los árboles encontré la constatación de lo que sospechaba que podía ofrecernos la escritura más allá de la escritura... Por fin estaba frente a un autor que escribía para llegar a ese lugar que no está hecho de palabras. Y te llevaba con él. No conozco un talento mayor. Ni en la literatura ni en la vida» (Del epílogo de Margarita García Robayo).