Entre las décadas de 1870 y 1930, decenas de miles de árabes abandonaron Oriente Medio para hacer la Améria en la Argentina, donde se rumoreaba que cualquiera podía vivir libremente y prosperar. Los turcos que llegaron al puerto de Buenos Aires tuvieron que enfrentar muchas veces el peso del estereotipo prejuicioso. Ya en la década de 1940, Perón, consciente de estos estereotipos, concibió la idea de asociar a los argentinos-árabes con tres características que, juzgaba, los convertían naturalmente en perfectos justicialistas: se trataba, en su mirada, de personas de fuertes sentimientos, nítidamente leales y con una vocación irrenunciable por la justicia social. Los argentinos-árabes, por su parte, encontraron en la integración que el peronismo proponía, la posibilidad de hacerse un espacio en la esfera de la política.