Una villa de emergencia de Buenos Aires, personajes dramáticos, deseos y pasiones, traición, muerte. Alicia Plante sale de sus ambientaciones anteriores y se instala con familiaridad en lo marginal: la corrupción policial, la pulseada sangrienta entre narcotraficantes que defienden las drogas tradicionales y aquellos que buscan imponer la novedad de las sintéticas. En medio de esas tensiones extremas surge el perfil del Negro, un joven villero que funciona como eje del relato y es víctima temprana de la tozudez ajena: la del hombre que cada tanto le da un trabajo para hacer, Leiva, que salió de la villa pero vive de ella desde los bordes del delito. Su empecinamiento con una casa de quebracho ubicada en plena ciudad promoverá todas las desgracias. Como en las anteriores novelas negras de la autora, aquí está Leo Resnik, el juez penal que sabrá armar un verdadero equipo de trabajo, aunque alguien caiga. Mala leche, un libro que atrapa y mantiene en vilo al lector, se mete en los entretelones de la violencia, el engaño y la inocencia, un valor inútil.