Aparecida en 1900, la novela histórica Montaraz es de notoria utilidad para interpretar los procelosos días de 1820 pero, en rigor de verdad, su temática se circunscribe a Entre Ríos, donde se desenvuelve la acción. De esa provincia surgen elementos de variada naturaleza que ayudan a ubicar al lector en aquel bárbaro imperio del "credo cimarrón". En la obra abundan referencias sobre costumbres y diversiones del gaucho de la época, en las que demuestra destreza en el dominio del caballo y del lazo. Figuran, entre ellas, las carreras de sortija, los bailes de las mingas y las escenas de la yerra y la doma, algunas desaparecidas. No podemos omitir leyendas y creencias, como la del guayacán, árbol sagrado y libre del peligro del rayo; la del ombú y el posible influjo perjudicial de su cercanía; la del tala y sus connotaciones religiosas para los indígenas; el talismán de las plumas del caburé; la del hornero y su hábito de no trabajar el domingo? Todo ello, en fin, contribuye al ofrecimiento de notas válidas para conocer al hombre y el escenario donde Leguizamón presenta al gaucho que late en él y exterioriza la pasión terruñera que, a modo de verdadera constante, vertebra una labor sólo segada por su muerte, producida el 26 de marzo de 1935 en González Catán.