Las voces de los poetas de una generación golpeada, frustrada, humillada, la generación beat, tal como la acuñó Jack Kerouac, irrumpen a mediados de 1950 y quiebran la cristalería de las buenas conciencias. El insomnio de los perros callejeros y sus aullidos, unen a Whitman con gestos del dadaísmo, sacuden la modorra y dan su palabra en el centro de la hipocresía del 'sueño americano'. Son los cultores de la contracultura, la revuelta. Estos jóvenes iracundos -Kerouac, Allen Ginsberg, Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti- irrumpen con un lenguaje crudo, urbano: el de la oralidad, la errancia, la provocación, la ironía.