Se sabe que el amor y la obsesión son los impulsos de las obras de arte, para emplazarlas como un monumento más trasparente, que rinde culto a la belleza e incertidumbre del mundo. ¿Pero a qué nos referimos cuando decimos la palabra "mundo"? ¿Y con la palabra "palabra"? César Aira, una vez más en La abeja, a estas alturas otro de sus libros clásicos, que ya forman una larga lista que podría recubrir, uno al lado del otro en sus múltiples ediciones, el vasto territorio de nuestro país, nos entrega una obra maestra, escrita entre los bordes de la novela psicológica y el policial de autor, llena de su poesía cristalizada e hipnótica, fugaz y siempre impredecible. Y es como si el alfabeto de la literatura argentina estuviera invertido para siempre, porque viene Borges y para nuestra felicidad continúa Aira levantando el estandarte de los escritores supremos, que son aquellos que nos enseñan a través de sus libros a soñar y a sentir, acaso de una manera nueva, más cerca de la realidad.