Lo que les enseña un análisis no se obtiene por ningún otro camino: ni por la enseñanza, ni por ningún ejercicio espiritual. De otro modo, ¿para qué sirve? ¿Esto significa que hay que callar ese saber? Por muy particular que sea para cada uno, ¿no habría forma de enseñarlo, de transmitir por lo menos sus principios y algunas de sus consecuencias? Lacan se lo preguntó y respondió de distintas maneras. En su Seminario, argumenta a sus anchas. En sus Escritos, pretende demostrar, y atormenta la letra a su antojo. Pero también están sus conferencias, sus entrevistas, sus obras improvisadas, donde todo avanza más rápido. Se trata de sorprender las opiniones para seducirlas mejor. ¿Quién habla? Un maestro de sabiduría, pero de una sabiduría sin resignación, una antisabiduría, sarcástica, sardónica. Cada uno es libre de hacerlo a su manera.