Al momento de escribir El hombre que fue Jueves, Chesterton aún estaba lejos de asentarse en su fe y convertirse al catolicismo (recién lo haría quince años más tarde, en 1922). Como diría en un artículo publicado en el Illustrated London News el 13 de junio de 1936, un día antes de su muerte, la novela fue un intento de "describir el mundo de la duda salvaje y la desesperación que los pesimistas generalmente describían en ese tiempo", transformando la duda que los sometía en un motivo de esperanza y una pista, una clave hacia la trascendencia. Paradoja mediante, arma chestertoniana sin par, la irrealidad y el misterio del mundo en que Syme y el resto de los personajes se debaten, primero anarquistas y luego policías a la caza del monstruoso e inasible Domingo, son la prueba de que ese mundo existe. Porque, cualquier hijo de vecino que se haya detenido a mirar un crepúsculo lo sabe, no hay nada que condense más realidad que un enigma.