Kadish tiene nuevamente como protagonista a Arturo Reedson, quien confirma, tal como señaló Freud, que "la memoria es selectiva". No son muchos sus recuerdos, pero poseen la fuerza para hilvanar las piezas de un rompecabezas que alude, con insistencia, a episodios aún abiertos de la historia argentina. ¿Está solo Arturo Reedson cuando recuerda? ¿O divaga realmente ante la presencia de Pablo Fontán, mientras mira caer la lluvia desde su departamento, en Belgrano, y toma un vaso de JB, el whisky preferido de Graham Greene? Hace más de cinco décadas que estudió en la Escuela Industrial Luis A. Huergo, y otras tantas desde que ingresó como conscripto en la Primera Compañía de Abastecimiento, durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Y transcurrieron más de treinta años de los sucesos oscuros de la última dictadura militar. Sin embargo, los recuerdos están ahí, siempre presentes: su iniciación sexual en un cuarto de la calle Murillo, las relaciones coyunturales y políticas, los amigos y las lecturas. Las imágenes del pasado retornan y desplazan el presente, quizá para conjurar esa costumbre de "depositar la memoria en el fondo de los inodoros, y apretar los botones". Andrés Rivera sorprende una vez más con la belleza y el ritmo hipnótico de su prosa. Imposible no quedar atrapado en el discurrir de sus personajes, que sacude la memoria del lector y recuerda, una vez más, la maestría de su escritura, siempre actual, siempre sorprendente.