Hay una versión simplificada de lo aireano. A veces se la esgrime para cuestionar a Aira y a veces para emularlo hasta el epigonismo incondicional. Pero para el caso da lo mismo lo uno o lo otro: un estereotipo arrincona por igual su literatura y acaba por reducirla a fórmula. Basta sin embargo con leer alguna novela de Aira para poder ponerlo a salvo de lo aireano. Persiste en su obra, tan inasible como cierta, la potencia poco común de la irrupción de algo nuevo. Y aunque tal vez se hayan encontrado soluciones de lectura para la perplejidad inicial (qué hacer con César Aira, cómo hacer con César Aira), un efecto de desconcierto no parece mitigarse ante la forma inusual de sus textos ni ante la suma incontable de esos textos como obra.